miércoles, 6 de febrero de 2008

Nuevas experiencias al fumar... igual de neófito

Llegó 1997, y con ello un renovado interés en la afición a los puros. Conocí a otros aficionados, lo mismo locales que extranjeros, y en pláticas con ellos empecé a descubrir algunas de las sutilezas que hacen un buen puro - no quiero decir que hoy sea todo un experto - pero en aquellos lejanos años todo consejo era bien recibido.
Las marcas preferidas de esta época fueron nuevamente Macanudo, Hoyo (hondureño) y ocasionalmente Cruz Real, fabricado en México con tabaco de varios países. El tamaño que me gustaba más era el Churchill, pensando que era el que mayormente reflejaba la virilidad asociada con el gusto por los puros. ¡Cuán lejos estaba de saber que para fumarse un tío de estos necesitas no trabajar! Casi se toma 2 horas terminarse una bestia de este tamaño.
Tuve una variedad de viajes interesantes en los cuales pude fumar en los vestíbulos de hoteles. Imagínense, encender un gigantesco Doble Corona en el lobby del Omni en Dallas, TX; o bien, sacar un Cohiba Siglo II en el bar del Bostonian en Massachussetts. No hay duda, ¡eran otros tiempos!
Precisamente en Boston sucedió un detalle que me llevó a entender la fascinación de los norteamericanos con los Habanos.
Después de concluir un evento mundial de liderazgo que tuve a bien interpretar para América Latina vía satélite, celebrábamos en el bar y saqué de mi abrigo el Siglo II y lo encendí. Larry Young, ex golfista profesional de la PGA y ahora ejecutivo de medios, puso una cara de asombro diciendo, "¿es eso lo que creo que es?" Le contesté afirmando. "¿No te molesta si le doy una fumada?" Claro que lo dejé, pero cuando le dije que si quería uno... tenía otro en mi habitación, el hombre se quiso volver loco.
Al tiempo me escribió para decirme que no lo encendió hasta el nacimiento de su hijo, casi un año después, tiempo para el cual se había vuelto una tradición el que cada vez que yo viajara con esta empresa de telecomunicaciones con sede en Kentucky, los Habanos eran obligatorios.
Y la tradición perdura hasta el día de hoy...
Nos leemos en otra oportunidad.

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